Un viaje hacia el interior ONG MESTURA
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Un viaje hacia el interior

Un viaje hacia el interior

MESTURA NO CAMIÑO 21

Seguimos a recabar relatos e información sobre o Camiño Inglés para o noso proxecto «Mestura no Camiño», englobado no programa «O Teu Xacobeo» da Xunta de Galicia.

Nesta ocasión envíanos o seu relato Ruth, sevillana de nacemento e fiel visitante da nosa terra e que nos quere transmitir as súas vivencias nos distintos traxectos do roteiro.

 

Un viaje hacia el interior

«Cuando escuchas hablar a alguien del Camino de Santiago, con ese brillo que produce el haberlo hecho, sabes al momento que tienes que hacerlo, da igual el motivo, puede ser el gusto por la aventura por el senderismo, por el contacto con la naturaleza o por un motivo religioso.
Antes que nada me presento, mi nombre es Ruth soy de Sevilla, actualmente tengo 43 años y estoy casada, tenemos una niña maravillosa de 6 años, hemos veraneado en varias ocasiones en el norte, lo conocemos porque mi familia materna es de allí y también es por eso que hayamos escuchado innumerables historias del Camino de Santiago.


En tres ocasiones he recorrido las distintas variantes que transcurren por Galicia y uno de ellos ha sido completo (el Camino Inglés desde Ferrol), este último es quizás algo más especial por la compañía que tuvimos mi marido y yo, fue con mi cuñada, mi sobrina y mi cuñado, que por desgracia ya no está con nosotros, el último recuerdo que tuvimos antes de despedirnos fue precisamente ese, me dijo que él lo volvería a hacer.
Un aspecto muy importante y quizás el hecho que nos haga disfrutar del camino es con quien lo hacemos, en mi opinión tiene que ser con alguien de confianza que conozcamos ya que hay momentos en que el caminar durante tantas horas se hace pesado, doloroso o incómodo, tengamos en cuenta que se pueden recorrer muchos kilómetros según la preparación o la distancia que tengamos que recorrer. Es por ello que hay momentos complicados de dolor y cansancio y si la persona o personas que nos acompañan nos conoce pueden convertirse en ese momento en el bordón de apoyo que necesitamos. Eso me pasa con mi marido José Antonio, me ayudó en el camino y en los pasos que vamos dando juntos en la vida.
Volviendo a las variantes que hemos podido recorrer me gustaría señalar que todas y cada una ha tenido algo especial e inolvidable que me ha dejado marca para el resto de mi vida, hemos conocido mucha gente, con la que incluso seguimos manteniendo el contacto, pero sin duda la que más me ha dejado marcada fue la que recorrimos en el año 2014, la variante del camino del norte desde Ribadeo, es en ese en el que me voy a centrar.
Un año más, mi marido y yo nos planteamos hacer uno de los caminos y por tiempo de vacaciones siempre calculábamos los días para acabar en Santiago, el culmen para nosotros y el aire fresco que nos aportaba llegar allí.
Decidimos hacerlo desde Ribadeo recorriendo cada una de las etapas con alegría y entusiasmo, ya el primer día conocimos a Óscar, nuestro amigo de Madrid que iba sólo, un grupo de muchachos de Córdoba y otro de Canarias y aunque no caminábamos juntos, porque como ya he comentado, cada uno sigue su ritmo, siempre nos veíamos al final de las etapas y compartíamos el almuerzo y la cena, siempre pendientes de por dónde iba cada uno. Curiosa era la historia de Helen (le decíamos de broma la “Perecleta” mitad peregrina y mitad bicicleta), una muchacha de Alemania que se ataba unos enganches en la cintura y tiraba de una especie de carro en el que llevaba todo lo necesario.
El camino comenzó como siempre con ilusión y cuando llegamos a la tercera etapa a Villalba, siendo agosto, a veces nos quedábamos sin sitio en el albergue y nos habilitaban un polideportivo para poder pasar la noche, pero ese día tendríamos algo especial. Cuando nos dijeron que no había sitio pasaba por allí un hombre paseando, nuestro querido Alfonso, que nos dijo que él nos acompañaba al polideportivo y que como veníamos muy casados, que nos ducháramos que él iba a bajar por su coche (el polideportivo estaba al final de una cuesta muy pronunciada) y que daría todos los viajes necesarios para llevarnos al centro del pueblo y que comiésemos, éramos alrededor de 10 personas, no tuvo problemas de subir y bajar todas las veces necesarias.
Cuando ya estábamos todos nos llevó a uno de los mejores bares que él conocía para que pudiésemos degustar los manjares del norte, mientras él se tomaba un cafelito y se reía mientras, yo le decía que cuando lo vi me creía que era el cura del pueblo.
Parece que lo estoy oyendo, con ese deje tan característicos de los gallegos, nos contó su vida tan intensa e interesante y de cómo había dejado escapar al amor de su vida, una historia que jamás olvidaré porque ya siendo un abuelito y viviendo sólo más entrañable me parecía.
Después de cenar, se marchó con las lágrimas saltadas de lo bien que había estado con nosotros, mientras lo vitoreábamos “Alfonso! Alfonso!!….. y se marchó.
Al día siguiente nos levantamos con resaca porque sabiendo lo incómodo de la noche decidimos quedarnos hasta tarde charlando mientras nos tomábamos una copita de Rua Vieja pero con el mismo entusiasmo empezamos a andar con la intención de buscar un buen desayuno.
El final de esa etapa era en Baamonde, cuando llegamos y vimos la cola de peregrinos en el albergue se nos cayó el alma a los pies, ¡de nuevo al suelo del polideportivo!, pero no, hubo suerte y cogimos plaza en el albergue. Esperando a que nos abrieran, entre los peregrinos vi una mirada conocida que oteaba entre la gente, era Alfonso!!, no me lo podía creer, con su Mercedes verde militar había recorrido los 20 kilómetros para almorzar con nosotros y poder echar el día.
Nos llevó a uno de los mejores restaurantes del pueblo, donde lo conocían de las veces que iba, comimos lo mejor de la tierra gallega, bebimos, nos reímos, compartimos recuerdos y vivencias, en definitiva, una experiencia inolvidable, después nos llevó a la casa museo de Víctor Corral y al área recreativa que se sitúa al paso del río Parga, que cruza el pueblo donde nos sentamos y remojamos los pies.

Estando en esto uno de los peregrinos canarios (lo llamábamos el Chamán) se tuvo que ir corriendo a coger el avión para volver por motivos de trabajo y Alfonso no dudó en llevarlo al aeropuerto, ahí nos despedimos con una gran pena, la verdad era una persona que había conocido hacía apenas horas pero que me había transmitido un gran cariño.
Nos adelantamos al grupo en la siguiente etapa, hasta Sobrado, un lugar mágico lleno de paz y tranquilidad, no sólo por el recogimiento del monasterio y el trato de los frailes, si no por el entorno que invita a ello. Antes de llegar y después de llevar andando unos 40 km en ese día, una señora del pueblo me paró y me dijo que si quería algo de comer, que llevaba yogures que acaba de comprar, creo que se me saltaron las lágrimas, esa señora mayor me emocionó, después de un día tan duro. Es por cosas como estas que merece la pena hacer el camino, el cruce con buenas personas que te dan ánimos que te saludan amablemente, que te ayudan, lo hace algo especial.
Finalmente llegamos a Santiago y, a pesar de la tercera vez, la emoción te invade, el sonido de las gaitas es música para el alma y el frescor de la plaza que te abraza cuando entras es un alivio para el alma.
A partir de ahí tienes que seguir sólo tu camino sin olvidar nunca todas y cada una de las personas que has conocido y que sin duda te marcarán para siempre.
¿Qué pasó con Alfonso? Pues durante varios años estuvimos en contacto y nos mandamos regalos y felicitaciones en cada día especial que se presentaba, hasta que un día dejé de recibir sus cartas y cuando lo llamé ya su recuerdo se había borrado. Una vecina me llamó para decirme que padecía Alzheimer y que aunque ahora no se acordaba, había hablado mucho de nosotros “los sevillanos” como le gustaba llamarnos, dijo muchas veces que vendría a vernos pero el destino no se lo permitió. Ese día fue para mí muy triste, siempre le agradeceré su trato desinteresado y su conversación alegre, ejemplo a seguir en todos los caminos que recorramos.
Mantenemos contacto con algunos peregrinos y con los que no, nunca los olvidaré, ojalá el camino nos reúna de nuevo para seguir recorriendo la senda de las Estrellas, mientras tanto seguiré recordando las gaitas sonando en el fondo de mi alma, Santiago me acompaña cada día en las etapas de la vida».

Ruth, Sevilla

Carlos
carlos@milksnet.com


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